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Formulario para apadrinar un Lugar de Interés Geológico

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PT005 - Lagunas de Ruidera Ver descripción LIG)

Conjunto fluviolacustre constituido por 15 Lagunas, que jalonan el cauce del Alto Guadiana. Su profundidad no suele sobrepasar los 12 m. Frecuentemente conectadas por cascadas constituyen un conjunto de gran valor paisajístico. Se emplazan en el borde noroccidental del Campo de Montiel, altiplano y gran acuífero kárstico constituido por materiales jurásicos que se apoyan sobre los impermeables materiales triásicos de las facies Keuper. La calidad del paisaje de su entorno, la singularidad genética de sus lagos y una notable biodiversidad han motivado su protección con la figura de Parque Natural (Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. 13/09/1979). Desde su cabecera hasta la cola del Embalse de Peñarroya, estas lagunas son: Blanca, Conceja, Tomilla, Tinajas, San Pedro o San Pedra, Redondilla, Lengua, Salvadora, Santos Morcillo, Batana, Colgada, del Rey, Cueva Morenilla, Coladilla y Cenagal. En zonas próximas y aguas arriba de la Laguna Blanca hay otras lagunas, generalmente desecadas en la actualidad, como la laguna de la Nava o de Navalcaballo, parcialmente incluida en el LIG, y la Laguna del Escudero, ya fuera de éste. En su mayoría las lagunas se hallan delimitadas por represas tobáceas y están alimentadas por surgencias kársticas y, en menor medida, por aguas de escorrentía superficial; cuando la cantidad de agua lo permite hay un trasvase de unas lagunas a otras mediante cascadas. Las lagunas, así como los cauces que las desaguan, conforman un habitat muy favorable al crecimiento de cianobacterias, principales constructoras de edificios carbonáticos en este ámbito fluvio-lacustre. Las represas o barreras tobáceas que son el elemento más sobresaliente del paisaje fluvio-lacustre; ofrecen dimensiones variables alcanzando las mayores más de 300 m de longitud y una altura visible superior a la decena de metros. En sus paramentos de aguas abajo suelen presentarse, cuando existen flujos de agua superficial, cascadas de gran belleza donde se desarrollan “cortinas” de carbonatos principalmente relacionados con briofitas (tobas de musgo). Las riadas constituyen el principal riesgo al que se enfrentan las barreras, como los atestigua la documentación histórica al aludir a diversos sucesos acontecidos en ellas. El más conocido fue la enorme avenida registrada en el año 1545. Colapsó parcialmente el estribo suroccidental de la gran represa que cierra la Laguna del Rey y sus aguas tajaron un profundo pasillo “El Hundimiento”, arrastrando con él a diversos artilugios hidráulicos allí emplazados. Con el derrumbe nació la mayor cascada (15 m de altura) que hoy se advierte en Ruidera a la que acompañaron notables “cortinas estalactíticas”, dotando a este punto de un notable interés sedimentológico. Aquel desnivel fue posteriormente aprovechado para la instalación de una fábrica de Pólvora, en tiempos de la Ilustración y, más tarde (inicios del siglo XX), para el emplazamiento de la Central Eléctrica de San Alberto que tuvo una importancia clave en el proceso de electrificación en un amplio territorio de las provincias de Albacete y Ciudad Real. Otros eventos de crecida, aunque con efectos no tan notorios tuvieron lugar en 1947, 1996 y, más recientemente, en el invierno de 2010. Dejaron un conjunto de cicatrices erosivas en las barreras así como en las construcciones adventicias situadas a sus pies Junto a los edificios de barrera destacan otros tipos de cuerpos sedimentarios constituidos por carbonatos, emplazados en las márgenes de algunas lagunas. Se trata de replanos de contorno festoneado o “terrazas estromatolíticas”, así como de importantes conos estromatolíticos, de dimensiones métricas. Estos conjuntos son magníficos y están relativamente bien conservados en las orillas de la Laguna de la Lengua, lo que aumenta su valor patrimonial desde el punto de vista geomorfológico y sedimentológico. Además de las barreras y de los aterrazamientos estromatolíticos, existen parajes de singular interés. Uno de ellos coincide con una gran poza estacionaria situada en el dispositivo tobáceo que separa a las lagunas Tomilla y Tinaja; sus contornos circulares son responsables de su denominación local –La Plaza de Toros- y fue modelada por un emisario generado a consecuencia de la avenida de 1947; con posterioridad, en su interior se han desarrollado conjuntos estromatolíticos de diversa morfología y de gran aliciente científico y didáctico. Otro paraje notable es la Cañada de Las Hazadillas. Se trata de un emisario del Alto Guadiana que desemboca en la Laguna Colgada y cuyo encajado valle contiene un interesante conjunto de tobas de barrera embrionarias que jalonan el actual cauce; constituyen un modelo de la fase inicial de formación de este tipo de edificios; junto a ellos pueden advertirse restos de grandes barreras pertenecientes a etapas anteriores (Pleistoceno). Las surgencias provenientes del acuífero kárstico del Campo de Montiel se localizan en puntos cercanos a las lagunas y/o en sus bordes sumergidos. Sus caudales son muy susceptibles al régimen anual de las precipitaciones y a las extracciones destinadas al regadío, que inducen importantes variaciones piezométricas en el acuífero Esta sensibilidad se manifiesta en las variaciones de altura que experimentan las láminas de agua en las lagunas. Especialmente notorios son los descensos estivales, los acontecidos en ciclos de sequía plurianual, y/o en situaciones de sobre-explotación del acuífero, que llegan a dejar secas a ciertas lagunas. Entre ellas, la Laguna Blanca, topónimo vinculado a los colores blanquecinos ofrecidos por los sedimentos (fundamentalmente tobas detríticas con fragmentos de charáceas de notable interés científico.) que tapizan su fondo. Otro caso semejante se hace patente en la Laguna de La Redondilla que, con frecuencia, se muestra con un mínimo volumen de agua o completamente seca. Estos conjuntos tobáceos pertenecen a varias generaciones cuaternarias. Se desarrollaron en etapas ambientales favorables para la karstificación de los materiales carbonáticos circundantes, la existencia de flujos con abundante CO2 (por tanto, con notable mineralización en carbonatos) y la eficaz fitoestabilidad en las vertientes. Las tobas más antiguas (Pleistocenas) se disponen colgadas a diferentes alturas sobre el valle y se remontan a los Estadios Isotópicos 3 (30-40 ka B.P.) y 5 (que se corresponde con la última etapa interglaciar Riss-Wurm 90-130 ka B.P.), con algún ejemplo que pudiera asimilarse a otras etapas interglaciares como el Estadio Isotópico 7 (190-250 ka) y 8 ( ~ 280 ka). Las más modernas ocupan el fondo de valle y son las que articulan el actual paisaje fluviolacustre; evolucionaron a lo largo del Holoceno (Estadio Isotópico 1), siendo posible que el inicio de la sedimentación de esta etapa tuviese lugar en los tiempos tardiglaciares, a la vista de algún dato cronológico y del desmesurado espesor (40-50 m) alcanzado por las tobas de esta generación que colmatan diversos tramos del valle del Alto Guadiana. La consideración de posible dominio privado aplicado a las cubetas lacustres así como a sus orillas, por las Leyes de Agua, en el siglo XIX, ha sido responsable de una serie de graves impactos que ha afectado a este vulnerable sistema. En la centuria del XX destacaron los efectos negativos provocados por: los aprovechamientos hidroeléctricos que exigieron no sólo la merma de caudales a diversos y prolongados trechos del valle sino, también, la perforación de túneles en las barrera; un urbanismo incontrolado durante varias décadas que degradó el paisaje pero también las estructuras de los edificios tobáceos; una agricultura que pasó de secano a regadío con el consiguiente descenso de los niveles freáticos que llevó a la sobre-explotación temporal del acuífero y aumentó la contaminación agraria difusa. La contaminación de origen doméstico, agrícola y turístico que han sufrido las aguas ha interferido en la actividad constructora de toba protagonizada por las cianobacterias. Estos impactos se añaden a las circunstancias ambientales adversas para las tobas, en especial, vinculadas a los períodos de sequía o a los eventos de riada, que hacen que la evolución de este LIG esté muy condicionada por el clima: presencia de etapas de sequía como la 1991-1995 y avenidas como las 1545, 1947 y 2010.
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