MAGNA 3.0-E. 1:50.000. ALCANTARILLA (933)

79 difícil observar algún tipo de estructuración. La potencia, también variable, suele oscilar entre 2 y 8 m, aunque puntualmente pueden encontrarse cifras mayores. Por su relación con el resto de los depósitos y sobre todo con las superficies de los abanicos aluviales sobre los que reposan, se han asignado al Holoceno, no descartándose la posibilidad de que algunos de ellos puedan ser incluso del Pleistoceno superior. En cuanto a los deslizamientos cartografiados en el sector suroeste de la hoja, hay que señalar que están formados por un conjunto de materiales fragmentados irregularmente en grandes y pequeños bloques, así como por un conjunto de arcillas originales y otras producidas por la fricción ocurrida en el proceso de desplazamiento del material deslizado. Se le ha asignado una edad Holoceno, pero se supone de formación más reciente que los depósitos anteriores. Las formaciones superficiales de carácter fluvial son las más importantes y las de mayor de- sarrollo dentro del territorio representado por la hoja, destacando el sistema de abanicos aluviales del valle del Guadalentín. Estos abanicos han sido estudiados por SILVA et al. (1992 a y b, 1993 a) y SILVA (1994), diferenciando hasta tres fases o generaciones principales, además de otras de menor importancia, todas ellas descritas con gran detalle. La primera está constituida por una superposición de cuerpos sedimentarios separados por discordancias erosivas de pequeña entidad y que varían en número según la posición ocupada en el espacio, lo que hace que la correlación entre unos cuerpos y otros sea casi imposible, pero en todos los casos se reconocen secuencias positivas estratocrecientes con depósitos dominantes de tipo “debris-flow”. En la vertical se da un cambio progresivo desde facies masivas en la base, hasta facies más ordenadas, a techo, con frecuentes intercalaciones arcillosas de tipo “mud- flow”. En conjunto, estos cuerpos, como señalan SILVA et al. (1992 c) y SILVA (1994) reflejan gran influencia tanto de la tectónica como del clima, existiendo un equilibrio relativo entre el grado de encajamiento de los canales alimentadores y la continua elevación de los relieves marginales, dominando estos últimos. Por lo que se refiere a la potencia, los autores anterio- res señalan hasta más de 20 m. En cuanto al desarrollo edáfico, hay formación de calcretas en las zonas proximales de los abanicos de Sierra Espuña con un grado de madurez apreciable. SILVA (1994) reconoce horizontes laminares, ocasionalmente brechificados, aunque lo más característico es el desarrollo de horizontes masivos con potencias algo superiores a 1 m. La edad, aunque en un principio atribuida al Pleistoceno inferior (SILVA et al., 1992 c), posterior- mente ha sido considerada como Pleistoceno medio (SILVA, 1994). La segunda generación de abanicos refleja una disminución de la actividad tectónica en las márgenes montañosas. También aquí, SILVA (1994) reconoce varios episodios deposicionales con una evolución en la vertical que va desde facies masivas, de tipo “debris-flow” en la base, hasta facies con intercalaciones bien organizadas de depósitos canalizados hacia el techo, donde es fácil observar gravas imbricadas y arenas laminadas que en muchos casos son las que constituyen sus superficies. El desarrollo edáfico se manifiesta internamente, estando siempre relacionado con las facies más distales de los episodios. Se trata de suelos pardo-roji- zos y pardos truncados, de los que sólo se conservan sus horizontes argílicos y carbonatados con potencias que no suelen superar los 40 cm. A techo de todo el conjunto, lo que se suele dar en la mayoría de los casos son intensas cementaciones, pudiéndose confundir con hori- zontes de calcretas. La potencia total del conjunto es algo menor que la de los anteriores y

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