MAGNA 3.0-E. 1:50.000. ALCANTARILLA (933)

65 den a esta depresión son considerados como sistemas marginales sin y post-tectónicos y tienen relación con los sistemas montañosos que los limitan a través de la gran falla de Lorca-Alhama, de movimiento sinestral. Esta primera generación de abanicos conserva su expresión morfológica y se sitúan en discordancia angular sobre los depósitos subyacentes. Se considera que han sido originados en una fase sintectónica, pero ya relacionada con las ramblas actuales. Como ya se ha señalado más arriba, están íntimamente relacionados con la Falla de Lorca-Alhama, a la que dejan al descubierto en algunos sectores, siendo cubierta, en otros, por sus zonas apicales. Presenta altos buzamientos en puntos próximos al relieve, buzamientos que disminuyen hacia el centro del valle. Se trata de una superposición de cuerpos sedimentarios separados por discordancias erosivas de pequeña entidad y que varían en número según su ubicación, lo que dificulta realizar correlacio- nes entre unos y otros. En todos los casos se reconocen secuencias positivas estratocrecientes con depósitos dominantes de tipo “debris-flow”. En la vertical, tiene lugar un cambio progresivo desde facies masivas en la base, hasta facies más ordenadas a techo con frecuentes intercalaciones arcillosas de tipo “mud-flow”. La relación entre los distintos episodios que constituyen esta fase deposicional está dominada por la agradación proximal. En conjunto, estos cuerpos, como seña- lan SILVA et al. (1992 c) y SILVA (1994) reflejan una gran influencia, tanto de la tectónica como del clima, existiendo un cierto equilibrio entre el grado de encajamiento de los canales alimentadores y la continua elevación de los relieves marginales, dominando estos últimos. Los autores anteriores señalan potencias superiores a 20 m para estos depósitos. En cuanto al desarrollo edáfico, hay formación de calcretas, en las zonas proximales de los abanicos de Sierra Espuña, con un grado de madurez apreciable. SILVA (1994) reconoce horizontes laminares, ocasionalmente brechificados, aunque lo más característico es el desarrollo de horizontes masivos con potencias algo superiores a 1 m. La edad, aunque en un principio fue atribuida al Pleistoceno inferior (SILVA et al., 1992 c), posteriormente ha sido considerada como Pleistoceno medio (SILVA, 1994). 2.3.3. Cantos, gravas, bloques, arenas y limos (42). Glacis de cobertera. Pleistoceno medio-superior. Por debajo de los glacis de techo de piedemonte, aparecen otros niveles, a diferentes alturas que han sido agrupados por su similitud, bajo esta denominación. Se trata de depósitos, de potencia variable que, partiendo de un nivel superior o de relieves locales, se dirigen hacia los valles secundarios. Algunos son de gran tamaño como los originados en el borde septentrio- nal de la hoja y que se dirigen a la rambla Salada; otros son de dimensiones más reducidas como los situados al norte de la Sierra de La Muela, en el denominado Desierto de Gebas. En ambos casos están muy incididos por una red de arroyos y barrancos y, en el caso de los glacis del Desierto de Gebas, han quedado reducidos a pequeños afloramientos situados a techo de materiales terciarios, menos competentes, y colgados a más de 15 o 20 m sobre las ramblas adyacentes. La morfología de su superficie es plana o algo cóncava y tiene escasa pendiente. En cuanto a la potencia y litología de los mismos, también son muy variables, con una dismi- nución de espesor y textura hacia las zonas más alejadas de los relieves. Están constituidos por facies de cantos y gravas con bloques, con una matriz arenoso-li- mosa muy abundante. Se observan estratificaciones a gran escala, estructuras canalizadas y barras. A techo desarrollan niveles de arenas con laminaciones. Su superficie es más

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