MAGNA 3.0-E. 1:50.000. GRADO (028)

85 formaciones superficiales es de 0,5 m, sin embargo pueden llegar a alcanzar varios metros de espesor. En general, son las formas gravitacionales y fluviales las de mayor desarrollo espacial. Otras formas con menor desarrollo espacial pero con semejante relevancia geomorfológica son las formas estructurales, kársticas y poligénicas. Todas estas formas se han agrupado según los sistemas morfogenéticos a los que pertenecen. 4.2.2.1. Formas estructurales Los valles de fractura son formas indicadoras de la influencia de la fracturación en el relieve, ya sea por las deformaciones en superficie relacionadas con fracturas recientes o por efecto de la erosión diferencial en fracturas relictas. Los criterios considerados para identificar un valle de fractura son la superposición o situación en prolongación o en paralelo a una fractura de un segmento fluvial rectilíneo, independientemente del orden del curso fluvial en el que se incluye. Entre los valles de fractura de esta Hoja destacan dos sistemas con orientaciones aproximada- mente perpendiculares: el sistema NE-SO y el NO-SE. La orientación NE-SO es la que presen- tan algunas de las principales fallas variscas de esta Hoja, entre las que se encuentran el Ca- balgamiento de La Espina, en el valle del río Aranguín, o los cabalgamientos de La Cabruñana y de Feleches. La orientación NO-SE está relacionada con un conjunto de fallas de aparición frecuente en todo el norte de España; aunque algunas de ellas se han interpretado como variscas (p. e. la Falla de Casafría, Alonso et al ., 1991), otras, como la Falla de Ventaniella (al nordeste de esta Hoja), se han relacionado con la deformación extensional de la Placa Ibérica durante la apertura del golfo de Vizcaya en el Pérmico y Mesozoico (Pulgar et al ., 1999). Durante la deformación alpina, tuvo lugar la reactivación de algunas de las estructuras pre- vias, como algunos de los cabalgamientos variscos y fallas extensionales pérmicas y mesozoi- cas, con orientaciones favorables, así como el desarrollo de nuevas fracturas de dirección E-O (Alonso y Pulgar, 1993; Pulgar et al ., 1999). La probable reactivación alpina del Cabalgamiento de La Espina (Alonso y Pulgar, 2004) y la localización de dos epicentros sísmicos en la esquina noroccidental de esta Hoja (ver esquema de actividad sísmica del Mapa de Procesos Activos) permiten plantear la hipótesis de que el valle del río Aranguín haya podido presentar una actividad tectónica reciente y, a su vez, que la evolución de sus laderas y el origen de algunos de sus movimientos en masa hayan podido estar controlados por la actividad sísmica. La reactivación alpina de la Falla de Llanera (Alonso et al ., 1996) y de la Falla del Naranco (Alonso y Pulgar, 2004), permite interpretar las vertientes meridionales del pico del Uxo (al sureste de Agüera) y de la sierra del Naranco (al norte de Oviedo) como escarpes de falla inversa. En el caso de la sierra del Naranco, tanto la evolución de sus laderas como algunos de sus movimientos en masa han podido tener una estrecha relación con la actividad sísmica (Rodríguez García et al ., 2007). Por último, también cabe mencionar que la elevación de diferentes bloques durante la defor- mación alpina determinó la dirección de algunos valles fluviales. Éste es el caso del valle del

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